lunes, 12 de noviembre de 2007

TINTÍN EL CAPITÁN Y EL PISCO


Las aventuras de Tintín es considerada como un clásico de la historieta. Fue creada por el belga Georges Remi, conocido por el seudónimo de Hergé, que alcanzó numerosas ediciones y publicaciones, entre 1929 y 1975.
Desde su lanzamiento Tintín tuvo un éxito notable. Se calcula que ha vendido más de 200 millones de libros en más de 50 idiomas. Su popularidad llegó a ser tal que Charles de Gaulle en una oportunidad dijo que su único rival en el plano internacional era Tintín.

Tintín es un joven reportero que viaja por el mundo metiéndose en problemas siempre por defender causas justas. Lo acompañan en estas aventuras su mascota Milú, un fox terrier, cuyos pensamientos aparecen en los globos de diálogo y el capitán Haddock, un hombre rudo pero de nobles sentimientos que es inseparable de Tintín en todas sus aventuras.

Entre 1943 y 1946 Hergè trabajó en la publicación de “Tintín en el Templo del Sol”. En esta aventura, Tintín y el capitán Haddock viajan al Perú, para rescatar al profesor Tornasol, que fue raptado tras ponerse la pulsera de una momia inca. Tintín atraviesa los Andes llega a la selva y descubre un templo habitado por un sobrevivientes de los incas, la aventura es interesante. La visión del Perú resulta curiosa, se muestra por ejemplo Lima como una ciudad andina en la que incluso abundan los auquénidos.

Un detalle lamentable es que en el primer recuadro muestra un mapa errado de nuestro país. Sin embargo lo que merece mención aparte es la presencia del pisco.

El capitán Haddock, conocido por su afición a la bebida no se hace de rogar cuando un personaje peruano le ofrece pisco “nuestra bebida nacional”, le dice y Haddock bebe feliz. Varias viñetas más adelante a viva voz y por las calles de una Lima con personajes andinos y flora tropical grita hurras por el pisco y celebra su calidad. La peruanidad del pisco era entonces una verdad absoluta. Ya lo hemos dicho Tintín siempre defendía las causas justas.

ROMANCE CON EL PISCO Entrevista a Luciano Revoredo




ESTA ENTREVISTA QUE ME HIZO MANUEL CADENAS CON FOTOS DE ERIC DAÑINO FUE PUBLICADA EN LA REVISTA "DIONISOS" CON MOTIVO DE LA APARICIÓN DE MI LIBRO "PISCO ESPÍRITU DE PLATA ESCENCIA DEL PERÚ".




Trescientas páginas, edición de lujo; pero sobre todo una investigación acuciosa, apasionada y sin embargo también rigurosa, ajustada a documentos y testimonios de primera mano, escrita con verbo ágil y preciso, con un horizonte claro sobre el aguardiente nacional, su historia, su tradición, sus costumbres, sus personajes, sus terruños, sus productos. Así es Pisco, espíritu de plata, esencia del Perú, el libro del historiador Luciano Revoredo recientemente presentado en sociedad.
- Has publicado un libro que, entre los que han aparecido sobre el tema, es uno de los más claros, más orgánicos.
Es un trabajo que hemos tratado de hacer lo más ordenadamente posible durante poco más de un año, siguiendo todo el proceso del pisco, y que plantea, además, que el verdadero valor o patrimonio está en los productores. Es una reivindicación del productor como el que transmite la tradición, el que conserva el producto. El pisco es parte de la cultura viva del Perú. Y al hablar de cultura viva hablamos de personas, y quienes han transmitido esta tradición son los productores, principalmente los productores artesanales, aún en los momentos más difíciles, con producciones muy reducidas. Esos son los dos ejes del libro: el histórico, pues hemos tratado de hacer un seguimiento a todas las tradiciones, costumbres, historias, todo lo que rodea al pisco desde sus orígenes, hablando incluso de la producción en diferentes épocas en cada una de las zonas productoras; y luego el tema de los productores en la actualidad.
- Como historiador, ¿cómo así te interesas en un tema como éste, para algunos de repente... me atrevo a pensar en lo que espíritus más estrechos pensarían: qué hacemos preocupándonos en un trago, en un licor, no es un tema decoroso para ¡un historiador!...
A mí me interesa todo lo que es cultura viva: hablamos de la gastronomía, el folclor, las fiestas populares, tradicionales y, por supuesto, también el pisco. Pero mi interés inicial no fue sólo histórico. Yo me he acercado al pisco bebiéndolo.
- Has entrado por el cauce correcto.
Sí. Yo digo siempre que he estudiado el pisco igual que Carrión: ¡primero la inoculación y después el análisis!, como él hizo con la verruga. Hace veinticinco años empecé este romance en las peñas de Lima, buscando las tradiciones, tratando de reencontrarme con sus raíces, con su identidad. Recuerdo esos tiempos en que la gente no tomaba pisco y era más raro aún que un jovencito pidiera una copa de puro en la barra. Era difícil conseguir piscos de buena calidad. Desde la introducción del Biondi en la capital, en los años ochenta, ya se empieza a tomar un buen pisco, pero antes había que ir a buscar los piscos de chacra, irse a Santa Cruz, a Lunahuaná, pues un poco por desidia y otro poco por huachafería, había dejado de tomarse. Pero ahora ha vuelto con más fuerza que antes.
- No piensas como Hildebrandt que el pisco sólo sirve para elevar el octanaje de la gasolina...¡
Noooo!
- Qué triste que una persona de sus cualidades intelectuales pueda haber dicho una cosa así. ¿Es parte de la huachafería?
Sí, es parte. Como decía Humphrey Bogart: “No se puede confiar en lo que dice un abstemio”.
- O como decía un famoso peruano: “Abstemio, como todo pícaro”. Ya se tomará un pisco y cambiará de parecer.
Sí, ahí se soltará un poco.
- Me dices que habías entrado al pisco buscando las tradiciones. ¿Buscando identidad, buscando el alma nacional? ¿En qué hurga una persona cuando hurga en las tradiciones?
Lo que he definido como un romance con el pisco empezó como un romance con Lima. Cuando yo tenía diecisiete, dieciocho años, Lima pasaba por uno de sus peores momentos. Hablamos de principios de los años ochenta, cuando se vendían choclos en la plaza San Martín y el centro de Lima estaba invadido de ambulantes. Había que caminar mirando del segundo piso para arriba para descubrir los tesoros que guardaba Lima. Ir los sábados por la mañana a los libreros del jirón Azángaro o Camaná, buscar los libros antiguos sobre Lima, y poco a poco ir descubriendo las casonas que estaban detrás de los ambulantes, detrás de los toldos y que aún conservaban esta identidad limeña. Lima es mujer, y es una mujer coqueta aunque está vieja; hay que saber entenderla y seducirla, conquistarla. Ese romance con ella me hizo ir descubriendo las cosas viejas de Lima: la marinera, la peña, la jarana. Y esto es inseparable del pisco. Cuando uno empieza a leer cosas sobre Lima -de Palma, por ejemplo- siempre hay un copón de pisco en las jaranas. Pancho Fierro dibuja siempre botijas de pisco. Así, buscando identidad, buscando raíces, llegué al pisco.

Descubrimientos de Revoredo

- ¿Cuáles han sido los “descubrimientos” sobre el pisco que a través de tu libro podemos conocer?
En el campo de las tradiciones, por ejemplo, nuestro libro muestra cómo eran, y cómo son en algunas zonas todavía, la fiesta y las costumbres de la poda de la vid. En todo el sur del Perú había una serie de ceremonias. Primero una invocación a Dios, una bendición; luego se desenterraba a “la viuda”, que era una botija con pisco enterrada el año anterior y que era para que beban los podadores del año siguiente. Había toda una jerarquía, desde el general, que era el dueño de la hacienda o chacra, hasta los rasos, que eran los podadores. Hay una serie de castigos a los que se equivocan, azotes con sarmientos y luego la curación con pisco. En el libro incluyo las coplas antiguas y las canciones que se entonaban. La vendimia también era motivo de una serie de celebraciones que hemos recopilado hablando con viejos productores, con gente muy anciana en Moquegua, en Arequipa, en Ica principalmente. Lo mismo en el tema de la pisa de la uva, motivo de grandes jaranas, hay marineras y coplas que se cantaban, de gran picardía, muy simpáticas, que hemos recopilado. El pisquero y tradicionista va a encontrar muy interesante el libro. Por otro lado, hemos hecho una historia de los bares en Lima, desde el siglo dieciséis, desde los primeros que aparecen llamándose “cafés”, hasta la actualidad.
- ¿Y es verdad que el bar Morris es el primero en hacer el pisco sour?
Queda la duda. Existe el estudio interesante del autor de Alas de Querubín, Guillermo Toro Lira, que insinúa que el origen del pisco sour es, en realidad, anterior. He estado siguiendo esa pista y en el Mercurio Peruano hay un referencia de que ya en el siglo dieciocho, en la plaza de Toros de Lima, se vendía pisco con limón. Es un antecedente. El Mercurio Peruano lo atribuye a la prohibición de la venta de aguardiente debido a las broncas descomunales que se armaban y las borracheras terribles, al punto que la gente ya no iba a misa. Grupos de negros que comerciaban en la plaza vendían el pisco bajo el nombre del “Doctor Panchito”; “una gallina”, decían, “quién me la compra”, y era pisco. Y el Mercurio Peruano da cuenta, entonces, de la venta de un producto que se llama “punche”, que era pisco con limón. Esto nos hace pensar, coincidiendo con la investigación de Toro Lira, que puede tratarse del antecedente del famoso pisco punch.
-¡Que tal vez sea, así, primo hermano del pisco sour!
No hay que olvidar que a mediados de la década de 1920, con la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, los barmans migran a todas partes buscando trabajo; entre ellos debe haber llegado el propio Morris, que posiblemente trajo el viejo pisco punch o punche de la plaza de Toros de Lima, convertido en pisco sour.
- Esa hipótesis no se ha manejado nunca.
Tampoco la podemos dar por definitiva, falta investigar, incluso en el libro no lo ponemos de esa forma.
- Thorndike piensa que el pisco sour también podría haberse originado en la marinería, por esta costumbre de beber aguardiente en altamar (y la marinería peruana pisco) y abundante limón para prever el escorbuto.
Es posible. Está también la participación de los limeños en la conquista del Oeste americano, y el pisco que se bebía en San Francisco, y la gran cantidad de marinos limeños que ha habido por allá. Posiblemente todo esto conforme un universo aún por investigar. La pista más antigua está en el Mercurio Peruano.
(Piénsese en las menciones de Lima, sus costumbres y sus bebidas, en todas las obras de Melville, incluida Moby Dick, que retrata una época y un oficio en el que participó un adolescente Miguel Grau, padre de la marinería peruana; nota del periodista).
- ¿Hay información irrecuperable sobre el tema, perdida irremediablemente?
Por supuesto. Dónde se hicieron los primeros piscos, quiénes los hicieron. Es imposible por el momento saberlo. También se ha perdido la técnica de elaboración de las botijas y las tinajas. Ya no se hacen. Bueno, los tiempos cambian y ahora se usa el acero inoxidable que garantiza mayor pureza y calidad de los piscos, pero es una pena que se haya perdido. En el libro recogemos el testimonio del señor Rodolfo “Chaucato” Mejía, presidente del FBI (Federación de Bebedores Iqueños) y personaje realmente extraordinario. Él nos cuenta que de niño llegó a conocer a los últimos artesanos que hacían botijas en Ica. Es más, en su hacienda, de estilo colonial, se conserva uno de los dos hornos de botijas que aún existen. El otro lo tiene Rodrigo Peschiera en La Caravedo.
- Pero ninguno en uso.
No, ya no se hacen botijas. “Chaucato” nos da los datos e incluso los nombres de los últimos que hicieron botijas en ese horno de su casa cuando era muy niño, y cuenta que se trabajaba en la noche, ponían las botijas dentro del horno en grandes cantidades, porque muchas se quebraban o se quemaban, y el horno se calentaba a unas temperaturas enormes, altísimas; por ese motivo, en las mañanas venían los llamados “hombres monos”, cubiertos de pieles para no quemarse, y entraban al horno para sacar las botijas. Éste, por ejemplo, es un testimonio interesantísimo que nunca antes había sido recogido y que da cuenta del proceso de hacer las botijas. Es una técnica perdida, una tradición perdida.
- ¿Cuándo se hicieron las últimas botijas?
Debe haber sido en la década de 1910, 1920.
- Me contaba José Espinoza Peña, dueño de la bodega Santa María de Lunahuaná, que Japón está estudiando el tema de las tinajas y sus cualidades térmicas.
Es una cosa súper interesante. No se usaban moldes. Con los pies y las manos se les iba dando forma y todas tienen entre setenta y setenta y dos litros, una técnica artesanal increíble. Salvo los llamados “pisquillos”, más chicos, que eran para llevar piscos, y de los que hay muy pocos.
Tan buenoscomo antaño
- Tú que has estudiado este fluir del pisco en el tiempo, dime: ¿el pisco ha cambiado?
Sí, yo creo que estamos bebiendo mejor pisco.
- ¿Podemos decir que “mejor pisco”? ¿Con referencia a qué pisco?
Con referencia a los que se bebían hace quince o veinte años. Hay todo un desarrollo del pisco en cantidad y en calidad. Pero yo he bebido pisco guardados de treinta o cincuenta años, en Ica, y eran buenísimos. En realidad, la calidad nunca se perdió, nada más que en el momento de lo que podemos llamar “la crisis”, entre los años 1970 y 1980, hasta inicios de 1990, al haber menos producción, aumenta la adulteración, y hay piscos terribles. Ahí viene la mala fama del pisco, en una época negra digamos, en que se usaba piscos muy malos para hacer pisco sour, con la consecuencia de dolores de cabeza espantosos: la gente no volvía a tomar pisco.
- ¿Podemos creer que estamos tomando piscos tan buenos, o mejores incluso, que en los años gloriosos del pisco?
Yo creo que no podemos saber si mejores, pero que hay piscos buenísimos, claro que sí. Y pruebas de que siempre hubo muy buenos piscos son los del Cholo Matías o de La Caravedo, hechos en falca, que es lo más antiguo y que salen tan buenos. Ahora los técnicos, los expertos, dicen que la falca no es lo mejor porque vienen más impurezas; pero esas impurezas, que no son tóxicas, son probablemente las que le dan la personalidad al pisco. Es un tema discutible.
- Te hice esa pregunta porque habiendo recorrido tantas bodegas y conocido a la gente involucrada con el pisco, se percibe una suerte de enfrentamiento de dos tendencias. Una de ellas se indigna con apelativos como “pisco rascabuche”, “pisco rompepecho”, se queja de ese tipo de adjetivos, y no está tan de acuerdo con la norma técnica actual. ¿Crees que se les está imponiendo criterios?
Yo creo que es necesaria la norma técnica si queremos afianzar el tema de la denominación de origen, de la propiedad del pisco, frente a Chile, por ejemplo. Quienes empezaron con esto de las denominaciones de origen, hace más de cien años, los franceses, son muy rígidos. Lamentablemente, en el camino, algunas cosas van a variar un poquito, pero hay que tratar de llegar a un denominador común. Hay que ser un poco flexibles, ver todos los aportes posibles y no apresurarse en el tema.
- Hay piscos famosos que están fuera de la norma técnica y no tienen autorización para el uso de la denominación de origen “pisco”. El 77 de Ica, La Reyna de Lunahuaná, el viejo pisco Postigo de Vítor, en Arequipa. Increíble.
Hay que ser flexibles, repito, escuchar de todos lados. El pisco es algo muy tradicional y artesanal y por lo mismo no es igual en todas partes. Escuché, como te digo, decir que hay que dejar la falca afuera, pero eso sería una barbaridad, no se puede hacer; la falca es una de las cosas más tradicionales y antiguas, que aparece en el testamento de Pedro Manuel el Griego (este documento tan antiguo, que nos hace pensar que el pisco tiene casi cuatrocientos años): dice que deja unas botijuelas y habla del cañón, es decir, de la falca.

Cuestión de identidad nacional

- Como historiador, ¿cómo manejas la disputa con Chile sobre la propiedad del pisco?
En ese tema hemos perdido mucho tiempo por falta de decisión política, una equivocada diplomacia cuando estamos ante un caso de piratería. Ya está de más insistir en que el pisco es peruano y que Chile lo produce en forma distinta (no es pisco lo que ellos hacen), que no se pueden comparar en calidad uno con otro, porque durante mucho tiempo nos hemos dejado adelantar y hemos perdido gran parte de esta disputa. En los últimos años se ha tomado el tema más seriamente, pero como hemos llegado tarde, hemos perdido una parte importante.
- ¿Se usa el criterio adecuado? Porque el doctor César Ángeles asegura que el criterio de defensa debió ser el lingüístico, filológico, y no respecto al licor. Que si defendíamos la palabra, nadie nos la podía quitar.
Es que una cosa lleva a la otra: si hablas de la palabra, ésta da nombre a una serie de objetos o lugares, entre ellas las botijas, y de ahí al licor. El tema lingüístico es muy importante, y en ese sentido hay que hacer un homenaje a César Ángeles, que es el primero que se preocupó del tema, hace tantos años ya, con el librito La Peruanidad del Pisco, que es una joyita, un librito pequeño que da información muy importante en una época en que a nadie le interesaba el tema. Eso hay que reconocerlo. Pero en estos tiempos la batalla se debe dar en todos los campos. Y debería incentivarse, sobre todo, el conocimiento del pisco como producto en el extranjero. Son importantes las ferias internacionales, donde siempre hay que estar presentes. El productor pisquero es gente muy sacrificada, muy comprometida, dispuesta a llevar su producto a donde se le pida. Hasta ahora no me he encontrado con ninguno que regatee a la hora de divulgar su producto.
- Me contabas que había otros descubrimientos en tus investigaciones, como por ejemplo, el carácter de la guerra de 1879, que no sólo habría sido la Guerra del Salitre, sino también la Guerra del Vino y del Pisco.
Hay una intención deliberada en esa guerra con Chile de destruir la industria vinífera peruana. Cuando uno recorre los campos, por ejemplo en Moquegua, es muy fácil encontrar haciendas o bodegas abandonadas, en las que están enterradas estás viejas tinajas de más de mil litros de capacidad. Es fácil recoger los testimonios de la gente vieja y contrastarlos con la realidad: todas las tinajas tienen agujeros de bala. Toda la industria vinífera y pisquera fue destruida e incendiada, y rotas las tinajas. Hay cifras en la producción de vino en Arequipa antes y después de la guerra: de ser altísima, se reduce a nada. La producción arequipeña se vendía en el Alto Perú, Argentina, Chile y las provincias altas de Arequipa. Evidentemente, era una industria peligrosa que también se destruyó en este intento por la hegemonía económica e industrial en América del Sur. En esta expansión geopolítica de Chile, no sólo era el salitre o la industria azucarera que se destruye en el norte, sino el tema específico del vino y, por ende, del pisco, que es un derivado del vino.
- Entonces, cuando se rescatan este tipo de cosas, como las que aparecen en tu libro y las que otras voluntades están descubriendo, en realidad estamos hurgando en la fibra misma de lo que somos, nuestra estructura como nación.
Claro, por eso te decía al principio que va más allá del pisco, que no es una frivolidad ni se trata de defender un licor “porque sí”, sino que el pisco está íntimamente vinculado con las raíces, las tradiciones, la identidad, con el mismo hecho de ser peruanos.

jueves, 25 de octubre de 2007

INSTRUCCIONES PARA BEBER PISCO




El pisco es impulsivo. Ponga usted la botella hacía abajo. Empuñándola como una espada por el pico. Sacúdala enérgicamente y el pisco responderá con todo su carácter regalándole un torbellino, un tornado, una auténtica tempestad. Se puede decir entonces que el pisco ha despertado.

El pisco es mágico. Destape usted una botella y cómo en los viejos cuentos orientales deje salir al genio del pisco.
El genio del pisco es díscolo, cunda y jaranero. No por ello es menos genio. Rápidamente sabrá aquilatar sus deseos, sus inquietudes y sus cuitas. Tenga paciencia.

El pisco es una fiesta. Sirva una buena copa de pisco y descubra su euforia explosiva. Su risa franca. Concéntrese en la copa, véala brillar como plata. Como un diamante. Observe cuanta felicidad contenida.

El pisco es seducción. Lleve la copa a su nariz. Aspire profundamente descubrirá aromas que evocan las sutilezas de las bíblicas mieles de la reina de Saba. Puede ser un sobrio quebranta que seduce con elegancia o un descomedido moscatel que bien podría estar en el brindis de La Traviatta.

El pisco es glorioso. Sin salir del torbellino del pisco, déjese llevar. Disfrute de la fiesta del pisco. Finalmente eso de beber con moderación es sólo una frase. Lleve la copa a los labios, beba lentamente y encuentre el regocijo de casi quinientos años de gloria.

jueves, 28 de junio de 2007

RODOLFO “CHAUCATO” MEJÍA Y LOS MUCHACHOS DEL FBI





La Federación de Bebedores Iqueños FBI, es una institución fundada en 1975 y que agrupa a los más selectos aficionados al pisco de Ica y también a algunos foráneos cuyo amor por el aguardiente peruano, ha ameritado su incorporación.
Los miembros de la FBI sólo beben pisco. Renuncian a beber cualquier otra bebida alcohólica. Supervisan la calidad de los piscos iqueños, se reúnen en solemnes y divertidas sesiones pisqueras y la admisión de nuevos miembros es sometida a una exhaustiva investigación. Los cargos son vitalicios.
El presidente vitalicio de esta insigne sociedad es don Rodolfo Mejía Sciacaluga, quien además, de acuerdo a los estatutos, asume todos los gastos que la institución genera.
Su bodega es colonial, sus orígenes se remontan a 1650. Está ubicada en el distrito de San Juan Bautista, en la hacienda Quilloay. Tiene el privilegio de poseer uno de los dos únicos hornos de botijas que quedan en pie. Lo muestra con orgullo. El otro, está en La Caravedo la hermosa hacienda recuperada por Rodrigo Peschiera.
Don Rodolfo Mejía es el arquetipo del pisquero. Produce un pisco excelente, voluptuoso, y suave a pesar de los cuarenta y ocho grados en que lo destila. Es un quebranta al estilo de los viejos piscos. Destilado en falca y con una contundencia irrefutable. Un pisco macho.
Don Rodolfo es un gran conversador y conoce todos los laberintos de la genealogía iqueña y cuando habla de historia se apasiona, gesticula, vierte una catarata de juicios alzando el dedo índice y la voz. Luego sonríe, como quien ha cumplido un deber, enciende un cigarrillo y apura una copa de pisco. Vierte un chorrito al piso y luego bebe y recita sabiamente, “…a la tierra le devolvemos algo de lo que nos da”.
El pisco es su vida y en esta materia es conservador. “No estoy en contra de la tecnología, pero la tecnología del pisco es la colonial, si no, no hay pisco”, declara enérgico, con mirada firme.
Así es don Rodolfo Mejía, un personaje que parece salido de la ficción.

martes, 19 de junio de 2007

EL CHOLO MATÍAS

ENTRAÑABLE PISQUERO


Don Matías y Doña Rosita


Matías Grados Mora, querido amigo







Hace unos días estuve de paso por Ica. En ese caso la visita es obligada: la primera noche a casa de los Grados. A disfrutar de la compañía de don Matías y Doña Rosita y de sus hijos Josefina, Matías y Rosa, esa entrañable familia iqueña.

En su casa se respira Ica y se bebe pisco. Pisco del bueno. Ese que Don Matías destila con sapiencia. El quebranta es inigualable, olímpico, celestial. El moscatel tiene dulzura iqueña. El italia es sensualidad pura.
Los macerados de Josefina, por su parte, son la quinta esencia de la tradición. Hay uno de dátiles propio de un sultán con magnífico harem, el de guinda que Don Matías combina con pisco quebranta y Coca Cola en un celebérrimo Sol y Sombra, el de kión, sólo para iniciados, que con sus aromas evoca las sutilezas del rey Salomón en el Cantar de los Cantares. El sorprendente de mamey y el de maracuyá , que al beberlo uno comprende por que el maracuyá es también conocido como la fruta de la pasión.
Y cuando uno cree que lo ha probado todo, en el colmo de la intemperancia Doña Rosita sirve sus toronjas en almíbar con manjarblanco. En ese momento se puede decir que uno ha tocado el punto más profundo de la iqueñidad: pisco, macerados y las monacales toronjas.¿Se puede pedir más ?
La felicidad siempre es retrospectiva, uno mira para atrás y dice ¡Que feliz estuve tal día! y el recuerdo fluye, la ternura golpea el corazón y uno vuelve a ser feliz.

Así fue aquella noche iqueña, serena y feliz.

martes, 29 de mayo de 2007


· HISTORIA Y ELOGIO DEL BAR LIMEÑO *

Los bares suelen ser lugares íntimos y esenciales para sus fieles. Un bar es el lugar donde ir a celebrar o sufrir como Dios manda. Un buen bar es la quintaesencia de las relaciones humanas. La exaltación de la amistad. O también, cómo no, la soledad profunda. Ésa es su paradoja.
El limeño siempre fue un gran conversador y los bares siempre fueron lugares ideales para su locuacidad, para dar rienda suelta a su labia hiperbólica, a su irrefrenable necesidad de hablar.
Originalmente, en Lima no se uso el anglicismo “bar” y se les llamaba “café”. Pero eran cafés presididos por enormes frascos de “ante con ante”, grandes botijas de pisco y butifarras. Como se sabe, ser eufemístico también es muy limeño.
La tradición de los bares se remonta en Lima al siglo XVI, en que lo que hoy conocemos como Cinco Esquinas, que fue escenario de una taberna llamada La Sirena, refugio de los arrieros y viajeros a su entrada a la ciudad.
Tuvieron fama entonces los frescos que adornaban las paredes del local, que representaban a un grupo de sirenas en actitudes y actos por demás obscenos, bajo el pretexto de servir de enseñanza y advertencia sobre los peligros que encerraban esas prácticas.
Tiempo después, se instaló junto a este local una hermosa mujer llamada “La Culebra”, que como las sirenas de la mitología, se dedicó a extraviar a los pasantes con sus cantos y destrezas amativas. Luego vinieron otras, dando mala fama a la zona y al local.
Iniciado en el siglo XVIII, en plena Plaza Mayor de Lima, en la esquina del portal de Botoneros, con entrada por la calle Bodegones, se instaló La Casa del Jamón, establecimiento que marcó época. Fue lugar obligado de tertulia y conspiraciones. Existió hasta entrada la República. Frente a esta misma calle se fundó el Café de Bodegones. Serán también los días en que varias pulperías de la calle del Huevo se pusieron de moda. En ellas se expendían diversos productos de uso diario y en las noches eran frecuentadas por la incipiente bohemia limeña, que allí se divertía, conversaba y bebía pisco. Cuenta la tradición que Micaela Villegas “la Perricholi”, frecuentaba alguno de estos locales.
Hacia principios del siglo XIX aparecieron los cafés de San Agustín y de la Inquisición en las calles del mismo nombre.
A fines del siglo XIX y en plena Plaza Mayor, en las esquinas de Palacio con Correo, donde hoy está la Plaza Perú, se estableció y duró más de medio siglo el Bar Canessa, especialista en butifarras y macerados de pisco con los más variados productos. Los había de frutas secas, de almendras, de hierbas y unos muy aromáticos de naranja.
En estos días la vieja Fonda Francesa se convertirá en el Hotel Maury, en cuyo bar se cree se habría inventado el pisco sour. En la actualidad, se mantiene la tradición y es un lugar ideal donde tomar un buen pisco sour.
Otra versión afirma que el famoso cóctel habría sido inventado en el Bar Morris que existió más tarde en la calle de Boza, en el Jirón de la Unión y que tuvo su mayor esplendor en la década de 1920.
Con el paso de los años, Lima se transforma, se moderniza, pero conserva su personalidad díscola y gárrula, por lo que seguirán surgiendo espacios aptos para el cenáculo, la peña y el corro.
En la calle Espaderos se estableció entonces la cigarrería de Enrique Magán. En ella, amén de finos tabacos seleccionados, limpiones y cigarrillos, se expendía pisco del bueno y era por las tardes lugar obligado de charla taurina.
Fiel cliente de este establecimiento fue don Nicolás de Piérola. Precisamente en esta cigarrería es donde fue bautizado como “el califa”, al compararse su extremo valor y audacia con los del matador de toros Rafael Molina “lagartijo”, conocido también como “El califa de Córdoba”.
Piérola, que fue gran aficionado al pisco, también frecuentaba un local llamado Aceitunas y Aguardiente, ubicado en la esquina de las calles Olaya con Camaná en Chorrillos, muy cerca de su casa de veraneo. En este lugar solía reunirse con sus partidarios, para no llevar la política a su casa.
Pedro Benvenutto Murrieta en su deliciosa obra Quince plazuelas, una alameda y un callejón, da cuenta del Café Maximiliano, que existió en la también desaparecida plazuela de los Desamparados. El Maximiliano fue, a decir de Benvenutto, eje de la vida noctívaga de Lima: “Frecuentado en las horas nocturnas por gente non sancta (…) No cierra nunca sus puertas como que tiene licencia para amanecer, se reúne en él todo el pintoresco mundo del hampa limeña: los badulaques y calaveras de la ciudad, las mujeres malas, sus amantes y toda esa gente lechucera…”
En aquellos primeros años del siglo XX, también ganó fama un local que funcionaba en la calle de la Contradicción de Abajo del Puente. Era un segundo piso con vista al río. Su propietaria era una mujer imponente, de origen italiano, su figura recordaba la de aquellas ilustraciones que mostraban a la Libertad sentada con laureles, gorro frigio y el pabellón peruano. El ingenio limeño la bautizó como “La Libertad parada” y por extensión, a su local, La Libertad.
El nombre hacía honor a las licencias y libertades que los parroquianos se tomaban en él. Fue “La Libertad parada” quien en una noche de pisco y desenfreno bautizó como “La Palizada” a la pandilla de criollos impenitentes que lideraba Alejandro Ayarza “Karamanduca”. La comparó con el desborde del río que pasa arrastrando una palizada incontrolable que se mete por todas partes.
Son los días también en que aparece el Cordano, en la esquina de Pescadería con Rastro de San Francisco, frente a Palacio de Gobierno. Con sus mesitas de mármol, su reluciente máquina de café, sus quesos, jamones, piscos y cervezas. El Cordano sigue vigente y recientemente ha celebrado cien años.
Luego vendrán los Queirolo, el de Magdalena y el de Quilca esquina con Camaná, ofreciendo sus propios piscos y macerados.
Por esos años también tendrán vigencia el Bar Zela de la Plaza San Martín, lugar predilecto de poetas y periodistas, cuya especialidad era el chilcano.
En 1924, el gobierno de Leguía articula con el sector privado una serie de iniciativas para dotar a Lima de una moderna infraestructura y festejar así dignamente el centenario de la Batalla de Ayacucho. Surgen así amplias avenidas, el ornato se enriquece con sorprendentes obras y se decide levantar un gran hotel, que ponga Lima a la altura de las grandes capitales del mundo. Es así que se construye el Gran Hotel Bolívar, en la flamante Plaza San Martín.
El Bolívar transformó la vida social de Lima. Pronto fue el epicentro de toda actividad social. Los sábados eran concurridas las cenas bailables y los miércoles los te danzant amenizados por la orquesta The Piramos, venida exclusivamente para tal fin de los Estados Unidos. La revista Mundial da cuenta gráficamente de aquellas inolvidables noches en que Lima era más que nunca una fiesta.
Durante los cincuenta el hotel alcanzó su apogeo. El Grill, el Cocktail Lounge y el Bar Inglés fueron testigos de una bohemia legendaria. La intelectualidad limeña, las estrellas del cine mundial, los jefes de Estado, eran huéspedes o comensales obligados. Fueron los días de gloria y de reinado del más caudaloso pisco sour en generosas copas llamadas catedrales, ante las cuales se rindió una genuflexa feligresía.
En 1925, un año después del Bolívar, se inició la construcción de Hotel Country Club de San Isidro, obra que también fue inaugurada por el presidente Leguía, dos años más tarde.
Desde su inauguración el Country Club fue punto de encuentro de la más selecta clientela y hospedó en sus suites a príncipes, presidentes y grandes figuras del arte y la política mundial.
Desde siempre ofreció un magnífico pisco sour que aún hoy, ochenta años más tarde, se puede beber en el Bar Inglés.
Pasados los años se sumó a este repertorio La Casa del Pisco, también en San Isidro, que ofrece piscos de Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna. Es un centro de culto pisquero, sobre todo las noches de los jueves en que funciona como peña criolla a la antigua usanza.
En la actualidad, también se puede encontrar una surtida barra de piscos en el restaurante Las Brujas de Cachiche en Miraflores, así como una insuperable colección de macerados en El Señorío de Sulco, en el malecón del mencionado distrito.
En Barranco aún subsiste el legendario Juanito, frente al parque municipal.
Son locales que conservan la tradición del antiguo bar limeño, de pisco y butifarras, de comidas frías, bares que huelen a madera y costumbre. Bares en los que se siente el pulso de Lima, esa ciudad vieja y poética ante la cual es inevitable caer rendido.



*Este artículo lo publiqué primero en la revista METRÓPOLI de la Municipalidad Metropolitana de Lima en el año 2004 y luego ampliado y corregido forma parte de mi libro PISCO: Espíritu de plata , esencia del Perú, editado por Interbank en el 2006





lunes, 28 de mayo de 2007

EL PISCO: PLATA LIQUIDA





El pisco es una declaración de amor al Perú.
Es un vínculo con las raíces.
Tiene alma de jarana y cuerpo de marinera.
El pisco es un aristócrata que frecuenta callejones. Que regala su presencia seductora.
El pisco es un pañuelo al viento con bordones de guitarra.
Es la gracia limeña, la suavidad iqueña, el poderío arequipeño, la hondura moqueguana y el patriotismo tacneño.
El pisco es el cómplice de amaneceres inolvidables y el promotor de tertulias memorables.

El pisco es euforia, optimismo, garbo, elegancia, tradición.
El pisco es plata pura. Plata líquida. Agua de vida.
Beber pisco es un homenaje a los sentidos, un golpe directo al corazón, un torrente de placer que inunda el alma.
Beber pisco es una de las mejores maneras de conocer al Perú.



Texto del Epílogo de mi libro PISCO:Espíritu de plata, esencia del Perú

viernes, 25 de mayo de 2007

MARIDAJE - Cuento pisquero

1. PISCO PURO, honesto, de uva quebranta. Amanece en Huacachina y el limeño bordoneo de las guitarras, anuncia la marinera. ¿Por qué seremos así? ¿Por qué cuando todos, ya heridos de farra se recogen, recién se inicia nuestra noche? ¿Por qué te sigo en estas aventuras? Son preguntas sin otra respuesta que otro pisco, otra marinera y tal vez otro pisco. ¿Qué tienes que eres capaz de tenerme aquí viendo amanecer en Ica? ¿Qué tienes?
Guitarras y cajón y ya estás inquieta. Pañuelo en mano, ahí frente a mí. No hay viento y todo es silencio alrededor, sólo se oyen las guitarras, el cajón y algunas aves madrugadoras. El cielo va aclarando y tú con el pañuelo al hombro, frente a mí. Un leve movimiento en las caderas. Se inicia el canto y avanzas, nos acercamos. En el camino nos cruzamos, me miras, un quite y seguimos. Viene la vuelta. Y otro cruce. Alguien hace palmas. Otra vez estamos cerca, hueles a noche sin tiempo, mi nariz casi toca tu rostro pero te alejas coqueta. Te me escapas inasible, vaporosa, impalpable.
Viene la resbalosa, pero antes otro pisco. Te alejas a servirlo. Desde atrás veo como caminas, la laguna te rodea, volteas y me llamas. Mientras me acerco te observo, pareces salida de las aguas, te vez refulgente, tus ojos inquietos sonrien, nuestros vasos se encuentran en las alturas y el pisco estalla en nuestras bocas. Asoma el día. Se inicia la resbalosa y las interminables fugas. Nuestra fuga también será interminable.
2. PISCO AROMÁTICO , translúcido, de diáfana uva italia. Una vieja terraza miraflorina con buganvillas y discreto el aroma del mar. Es de noche por supuesto y frente a nosotros como diamantes, dos copas de pisco. Pisco aromático. Jazz en el fondo. Un piano recóndito alimenta la insolencia de un saxo, que es díscolo y perturbador como tú.
Se juntan las horas en un minuto que condensa todas tus carcajadas. Tus sandalias reposan una sobre la otra. Tienes un bronceado natural, no planificado y un espléndido vestido de algodón que revela tus hombros. Fumas, el humo de los cigarrillos te envuelve y ríes, siempre ríes. Caminas descalza, hablando, fumando, riendo, con la copa de pisco en la mano, echando la cabeza para atrás, sacudiendo tu frondosa cabellera. El traje de algodón y la luz generosa y cómplice ante la que te detienes, me permiten adivinar la solidez de tus piernas.
¡Salud! Me dices. Alzo mi copa y toco la tuya suavemente, el aroma de las uvas llena el ambiente, al tocarse las copas, leves gotitas se deslizan por su interior. Descubro un prometedor brillo en tus ojos. Te acercas el pisco a los labios y bebes lenta y largamente.
3. PISCO ACHOLADO, mestizo, de quebranta, italia y torontel. Héctor Lavoe sueña despierto. Tú sigues su ritmo. Estás sentada pero bailas te acaloras y recoges tus cabellos atrás dejando expuesto un cuello largo, lácteo, frágil, renacentista, que me inspira.
Pero pronto me traes a la realidad, al pedirme otro pisco. Sirvo en dos grandes copas, brilla el pisco mientras cae, revienta al fondo y gira en un remolino de aromas que nos alcanzan impenitentes y constantes.
Mientras bebo, miro las pecas de tu escote, esa constelación de estrellas que definitivamente rige mi destino. Huele a madera, así huele tu vieja casa barranquina. Una ventana teatina nos ilumina mientras cae la tarde.
Saldremos al balcón, pero antes contestas el teléfono. La demora me inquieta y sirvo otro pisco. Finalmente salimos. El sol enorme, ígneo, crepuscular, parece introducirse en el océano. Fue entonces que cometiste el error de decir lo que dijiste. Dentro seguía la música. Suena Falsaria. Toca el Gran Combo.
4. PISCO MOSTO VERDE , aristocrático, finísimo, elegante, de un mosto que no fermentó completamente, tiene tu juventud. Te lo digo yo, que podría ser tu padre. Justamente en eso pienso ahora mientras te veo beber. Bebes y la banda toca un pasodoble. Justamente en eso pienso ahora cuando sonries y me preguntas por la historia de la Plaza de Acho, que por qué esto y por qué lo otro.
Suena el clarín. Tomas un gran trago cuendo sale el toro y casi coge al torero, ese que te pareció tan guapo y te saludó en el patio de cuadrillas, te acuerdas que entonces me besaste, para darme seguridad, para que no me ponga celoso.
Ahora si pareces una niña. Te pones tan nerviosa, me pellizcas, me clavas las uñas. Pero ves que no pasó nada. Finalmente venció el matador.
Mientras sale el próximo toro, tomamos otro pisco, coqueteas, me miras pícara, con esa cara tuya tan limeña. Me dices que el toro se llama Viejo y te ríes. Acepto la ironía, puedo ser el toro mientras seas tú la matadora. Sólo por verte caminar frente a mí, grácil, sutíl, ténue, ingrávida y etérea, con tu traje de luces. Sólo por verte de grana y oro. Sonríes y me besas, ahora empieza la fiesta brava. Huele a pisco, a tabaco, a tierra, a campo y a ti.